Y así fue como supe que no me enamoraba de mis parejas, sino de mi Sombra

Y así fue como supe que no me enamoraba de mis parejas, sino de mi Sombra

El sorprendente y doloroso camino hacia uno mismo es siempre un camino de descenso a las profundidades del alma, donde la Luz no habita, y la Sombra teje los hilos invisibles que gobiernan nuestra conducta.

Son esos hilos invisibles, expresándose a través de nuestros pensamientos, emociones y actos (sin que nos demos cuenta), los que conforman una parte importante de nuestra personalidad, de nuestra personalidad limitante, también llamada Ego. La misma que nos impide ser nuestra mejor versión, la que frena que alcancemos nuestro potencial.

Para “toparnos” con nuestra Sombra necesitamos dos cosas: el otro (que nos hace de espejo) y haber tomado la decisión consciente de entendernos a nosotros mismos. No es algo que ocurre fortuitamente o por casualidad ya que la Sombra, como su nombre lo indica, se escurre, se esconde siempre detrás de otras cosas (máscaras) y su éxito, su superpoder (que es gobernar nuestra vida) viene de la mano de su capacidad para convencernos de que no existe:

“La sombra es peligrosa e inquietante y parece huir de la luz de la conciencia como si ésta constituyera una amenaza para su vida...” (Connie Zweig)

No pude toparme con mi Sombra en las parejas que tuve cuando era jóven, y no porque no haya estado reflejada en ellas (que es de lo que va esta nota) sino porque me faltaba “la conciencia y la capacidad para desafiar la propia estructura interna” de mi yo y por lo tanto, mis “vínculos de pareja se estructuraban desde las máscaras que cada una de las partes” (mis parejas y yo en el momento en que estábamos juntos) nos pusimos para defendernos y cuidarnos de nuestras propias heridas de la infancia” (cita de Juli Ferrario parafraseada).

Y entonces ¿cuándo?

Ahí voy.

Hace un tiempo mi amiga Sole me escribe un WhatsApp diciéndome: “Ami, tengo un libro que quiero prestarte. Creo que te va a servir para @dondeestamiadan”.

“Genial”, le contesto yo sin mucho entusiasmo, porque andaba leyéndome como 6 libros al mismo tiempo, y ya no me quedaba espacio para la curiosidad.

Unos días después quedamos para tomar un café y entre confesiones, risas y algunas lagrimitas (ustedes saben cómo son las sesiones de amigas) me da el libro.

Tengo que confesar que la motivación para abrirlo ese mismo día fue más un acto dador que receptor. Porque no tenía curiosidad (ya lo dije), ni tiempo (también lo dije) pero sí un inmenso deseo de hacer feliz a mi amiga, y darle un Feed back casi inmediato que la hiciera sentir amada e importante (lo cual es).

Y como siempre que hago algo motivada por dar, más que por recibir, ….las cosas se volvieron sorprendentemente interesantes. Tres páginas después de Te enamoraste de tu sombra (vínculos psicópatas y narcisistas de Juli Ferrario, estaba descubriendo qué relación había entre las heridas de mi infancia, mis parejas anteriores, mi peor experiencia amorosa, y mi relación actual: ¡Hola Sombra!

Pero ¿qué es la Sombra?

Carl Jung definió el término 'sombra personal' como el aspecto inconsciente de la personalidad, caracterizado por rasgos y actitudes que el yo consciente no reconoce como propios, es decir, que rechaza, niega fervientemente, o no se los permite.

Connie Zweig lo explica así: “Cada cultura ­e incluso cada familia­ demarca de manera diferente lo que corresponde a la personalidad y lo que corresponde a la sombra. Algunas, por ejemplo, permiten la expresión de la ira y la agresividad mientras que la mayoría, por el contrario, no lo hacen así; unas reconocen la sexualidad, la vulnerabilidad y las emociones intensas y otras no; unas, en fin, consienten la ambición por el dinero, la expresión artística y o el desarrollo intelectual mientras que otras, en cambio, apenas si las toleran… En cualquiera de los casos, todos los sentimientos y capacidades rechazados por la personalidad y desterrados a la sombra alimentan el poder oculto del lado oscuro de la naturaleza humana…”

Para Lilianne Frey-Rohn, la Sombra encierra también aspectos infantiles, apegos emocionales, aptitudes y talentos que no hemos llegado a desarrollar.

Lo que negamos nos somete, lo que aceptamos nos transforma

¿Recuerdan la Ley del Espejo y todo eso de que la pareja es nuestra más efectiva herramienta para el crecimiento personal?

Es nuestra Sombra lo que proyectamos en los demás, no solo en la pareja. Pero esta última, siendo nuestra relación más profunda y cotidiana (aquella de la que no podemos escapar con facilidad), se convierte en su pantalla favorita.

No podemos ver directamente nuestra Sombra (es una de sus trampas): “…sólo podemos ver a la sombra indirectamente a través de los rasgos y las acciones de los demás, sólo podemos darnos cuenta de ella con seguridad fuera de nosotros mismos. Cuando, por ejemplo, nuestra admiración (también envidia) o nuestro rechazo ante una determinada cualidad de un individuo o de un grupo -como la pereza, la estupidez, la sensualidad o la espiritualidad, pongamos por caso¬ es desproporcionada, es muy probable que nos hallemos bajo los efectos de la sombra. De este modo,  pretendemos expulsar a la sombra de nuestro interior proyectando y atribuyendo determinadas cualidades a los demás en un esfuerzo inconsciente por desterrarlas de nosotros mismos”.

En lenguaje cotidiano: cada vez que tu pareja (o cualquier otra persona) hace algo que te saca de quicio, es en realidad tu Sombra proyectándose.

Si en lugar de enfocar tu atención en juzgarlo y hasta odiarlo, vuelves el foco hacia ti misma y te haces la pregunta: ¿por qué esto detona mis botones? Y te das el tiempo y el espacio para ser brutalmente sincera contigo misma, vas a descubrir que lo que él (o ella) hace te remite (sin que seas consciente) a una herida del pasado, probablemente de tu niñez. Y esa es la razón por la cuál te hierve la sangre cada vez que él (o ella) hace eso.

Y así fue como descubrí mi herida de desvalorización. Gracias a mi pareja actual.

Cada vez que él se iba de viaje por trabajo, cada vez que al llegar a casa no me saludaba a mi primero, cada vez que no me informaba ultrarápido de los planes familiares, cada vez que dejaba de compartir un asunto importante conmigo, yo me enojaba y después me entristecía profundamente.

Tuve que leer a Juli Ferrario para entender que todas esas circunstancias me remitían a una de las heridas más dolorosas de mi niñez: sentir que no era suficiente para mi papá. Era eso lo que producía mi reacción exagerada a hechos que son normales, ya que mi pareja tiene su propio espacio y puede elegir saludar primero a sus hijos antes que a mí, es normal que se vaya de viaje por trabajo y también que no siempre sea yo la 1ra persona con la que comparte algo importante porque tiene (gracias a Dios) grandes amigos.

Nunca se trató de lo que él hacía. Siempre se trató de lo que activaba en mí su manera de actuar.

Atraemos a la persona adecuada

Lo interesante de todo esto es que siempre atraemos a las personas adecuadas para proyectar nuestra sombra. Me refiero a la pareja y también al resto de personas con las que nos relacionamos.

Cómo funciona a nivel metafísico este sistema es algo que les dejo en el aire (asistan a clases de Kabbalah 1). Aquí solo les voy a decir lo que han descubierto los psicólogos y psiquiatras: y es que atraemos a esas personas porque solo cuando ellas detonan nuestros botones más sensibles podemos tomar conciencia de nuestra Sombra, y traerla a luz para que deje de controlarnos calladamente.

Todos los hombres con los que tuve una relación en mi primera juventud eran buenos, cariñosos, complacientes, y me demostraban a diario su amor. Yo nunca me mostré vulnerable con ellos, no los valoré, casi se puede decir que hasta los menosprecié y terminé siempre yo las relaciones, rompiendo algunos corazones.

Ahora entiendo que era mi Sombra. La máscara con la que quise tapar inconscientemente mi herida de desvalorización era la de una mujer autosuficiente, fuerte, que no se deja intimidar por el amor y que nunca nunca iba a mostraba su vulnerabilidad ni se arriesgaba a amar de verdad a un hombre, porque no estaba dispuesta a sentir ese dolor de mi niña herida otra vez.

Como no pude aprovechar esas oportunidades para crecer, la vida me puso una prueba más dolorosa: un narcisista. Con esa experiencia, que me dejó rota en mil pedazos, no me quedó más remedio que empezar a hurgar en las profundidades (las más oscuras) de mi ser.

Todo esto te lo cuento para que entiendas (al igual que lo he hecho yo) que ninguna persona es la equivocada, todo el que llega a nuestra vida llega con una misión.

Generalmente son aquellas personas que más nos molestan o nos hieren, las que cumplen mejor ese rol de proyectar nuestra Sombra, porque la intensidad del dolor y/o la incomodidad que nos generan nos obliga a hacer una pausa y empezar a reflexionar con más conciencia sobre la situación en la que estamos.

Es en ese momento cuando empezamos a desmadejar el hilo de nuestro inconsciente, y a ver la manera en la que durante años (quizás toda nuestra vida) nos ha dominado (sin que lo hayamos visto venir).

Para crear vínculos sanos

Esta historia que te cuento es la historia de todos. Cada una y cada uno de nosotros con nuestras heridas de la niñes y las máscaras con las que de adultos intentamos sobrellevar esas heridas.

Construimos nuestros vínculos desde las máscaras. Y esa es la razón por la que la mayoría de nuestros vínculos no son saludables. La manera en la que podemos empezar a construir relaciones saludables de pareja, con nuestros hijos, con nuestros padres, hermanos, amigos, compañeros, desconocidos… es tomándonos el trabajo de bajar a los infiernos de nuestra sombra y reconocer no solo las heridas que nos sangran, sino también las máscaras que sirvieron a nuestro niño herido para sobrevivir al dolor.

Recuerda: todas esas relaciones, todas esas personas, especialmente las que te molestan, te enfadan, no soportas, las que más juzgas, pero también las que admiras y hasta envidias… están ahí para ayudarte a hacer ese trabajo.

Dicen los kabbalistas que cada uno de nosotros (sin excepción) tiene una Luz tan única para revelar en este mundo, que nadie más, ni en el pasado ni en el futuro, puede hacerlo en lugar de nosotros.

No dejes pasar la oportunidad de conocerte a ti misma. Es probable que te sorprenda esa Luz, o en quién te puedes convertir.