La culpa es de Freud

La culpa es de Freud

Los orgasmos femeninos no son vaginales ni clitorianos. Esa dicotomía no existe porque en realidad los orgasmos femeninos, como los masculinos, tienen lugar en el cerebro.

Pero si la idea de no ser capaz de alcanzar un orgasmo solo con estimulación vaginal aun te tortura, (y a muchas otras mujeres en el mundo) es por culpa de un señor conocido como el padre del psicoanálisis (o deberíamos decir del falocentrismo): Sigmund Freud.

Investigando sobre este tema, me encontré con el libro Tu sexo es tuyo de Sylvia de Bejar, quien nos dice que a principios del siglo XX, Freud “expuso su teoría de que los orgasmos alcanzados por estimulación clitoriana suponían un primer estadio de placer y, por lo tanto, una forma un tanto infantil de gozar. Y que la mujer alcanzaba su madurez sexual cuando llegaba al clímax por vía vaginal. Es decir, por la acción del pene durante el coito. De no hacerlo, era sexualmente inmadura, neurótica y por consiguiente necesitaba someterse a tratamiento para aprender a transferir sus sensaciones eróticas del clítoris a la vagina”.

Puede que Freud haya estado más fino en otros asuntos, pero cualquiera que investigue un poco sobre su vida comprobará que su relación con las mujeres no era demasiado satisfactoria.

Thomas Laqueur, autor de La construcción del sexo escribe al respecto: “Antes de 1905 nadie pensaba que hubiera otra clase de orgasmo femenino que el clitoriano. Esto está descrito con amplitud y precisión en cientos de textos médicos, eruditos y populares, así como en una literatura pornográfica que despegaba con fuerza […]. El clítoris, como el pene, fue durante dos milenios joya preciosa y órgano sexual por excelencia, no un lugar perdido o extraviado…”.

Tuvo que venir otro hombre –el biólogo Alfred Kinsey- medio siglo después de Freud- a rescatar la verdad sobre la anatomía del placer femenino, asegurando no solo que la estimulación del clítoris era fundamental para que las mujeres alcanzáramos el orgasmo, sino que el coito (penetración) no era la forma más adecuada de hacernos llegar.

A pesar de ello -asegura Sylvia de Bejar- la jerarquía del orgasmo vaginal siguió imperando hasta la llegada de Masters y Johnson (en los locos años 60), quienes “tras estudiar miles de coitos y prácticas masturbatorias, demostraron la importancia del clítoris y rechazaron que existieran diferentes tipos de orgasmos femeninos...

Aun así, el agravio causado fue tal que todavía hoy seguimos sufriendo las consecuencias... Sospecho que su descrédito se debe a lo poco que le conviene al modelo de sexualidad imperante, porque ¿qué pasa cuando las mujeres llegamos a la conclusión de que los penes no nos resultan indispensables para alcanzar el clímax? No será que existe cierta resistencia a que los varones pierdan su papel protagonista?”

El orgasmo femeninos ocurre exclusivamente a través de la estimulación del clítoris, una estructura que no es solo un pequeño botoncito (difícil de encontrar para algunos), sino que se expande dentro de la vulva hasta 13 cm.

Los mal llamados orgasmos vaginales, se dan realmente por estimulación indirecta del clítoris. En algunas mujeres, los tejidos que separan la estructura interna del clítoris y la pared vaginal, tienen una grosor y una forma tal, que permiten al pene estimular dicha estructura invisible lo suficiente como para que la magia del orgasmo ocurra.

Y eso es todo.