Él coquetea con otra frente a mí
David tenía a penas 20 años cuando lo conocí. Yo tenía un par de años más. Y por la forma en que me miraba pude darme cuenta de que le gustaba. Pero su juventud, y el hecho de que yo estaba saliendo con otro chico, me ponían lejos de su alcance.
Trabajamos juntos durante un año entero en la barra de una cafetería de lujo en el Paseo Marítimo de Palma de Mallorca, que en la noche se convertía en el bar de los cuarentones ávidos de tragos de calidad, la música al volumen adecuado y turistas hermosas.
En esa época, el Paseo Marítimo era un hervidero de testosterona, estrógeno, dopamina, y algunas sustancias menos legales que se mezclaban con alcohol al ritmo de la música electrónica de Pachá, Tito’s y otros garitos célebres frente al mar.
Nos hicimos muy buenos amigos, nos divertíamos juntos, generamos una gran confianza mutua y cuando volví el verano siguiente a trabajar con él, por primera vez, me empezó a gustar. David reaccionó como si se hubiera ganado el premio gordo y me lo hacía notar con palabras y acciones.
Fue muy fácil dejarme arrastrar por el enamoramiento. Pero en una ocasión en que fuimos a tomar algo a un bar cercano al trabajo (y aunque ambos estábamos “secuestrados” por las hormonas) David se puso a flirtear delante mío con una antigua conocida suya.
No me lo podía creer. Su cuerpo se puso tenso y su vista fija hacia ella, parecía un tigre que acaba de ver a su presa. Ella estaba encantada con la escena, y yo no daba crédito.
Esta historia volví a vivirla un par de veces más con parejas diferentes. Pero fue especialmente dolorosa con Marcos, porque ya no teníamos 20 años ninguno de los dos, estábamos en una fase seria y linda de la relación , y porque lo admiraba tremendamente.
¿Te pasó esto alguna vez?
De haber sabido entonces lo que ahora sé sobre el cerebro masculino, habría sido menos doloroso transitar dichas experiencias. Porque, no es que tu hombre no te quiera o no te respete, es solo que no entiende su biología y aun no sabe cómo controlarla.
La Neuropsiquiatra Louann Brizendine desvela al respecto “el centro del deseo del cerebro masculino induce automáticamente a los hombres a advertir u observar visualmente los detalles de las mujeres atractivas. Cuando ve a una que enciende su circuito sexual, su cerebro produce instantáneamente un rápido pensamiento sexual que se acaba enseguida”.
Según la investigadora, cuando una mujer atractiva se cruza en el campo visual de un hombre, activa su “centro de la caza” y esta situación puede repetirse varias veces en el día, sin importar si están enamorados, comprometidos, casados…
Ellos simplemente no pueden evitarlo. Lo que sí pueden aprender es a ser más discretos. De forma tal que si nosotras estamos a su lado, puedan disimular los tirones de su biología.
Brizendine continúa: “como ésta es una conducta de piloto automático del cerebro masculino, para los hombres carece de importancia, y no entienden por qué les parece tan amenazadora a las mujeres. Hasta que….”
Hasta que se invierten las tornas.
No sé si mis exparejas aprendieron a hackear su biología por la bronca que les cayó después de la escenita o porque, como buena Escorpio, esperé el momento adecuado de mostrarles cómo se siente.
Escribime lo que piensas sobre esto en las redes sociales @dondeestamiadan